Gicelma Barreto Nascimento
“Cada uno de ellos se convertirá para su analista en un paciente fundador, alguien de quién podrá describir, años después de la última sesión, la voz, los sueños, a veces incluso el perfume que él o ella, durante seis meses, dos años, o diez años ha dejado en su diván. ¿Por qué será? (Montclos, 2020).
Aprendimos en el proceso de formación que es necesario respetar el trípode del psicoanálisis: el estudio de la teoría, el análisis personal y la supervisión de casos. Siempre escuchamos sobre la importancia de la transmisión y de la capacitación para que podamos convertirnos en analistas.
Por eso hice mi formación en dos hospitales psiquiátricos de Buenos Aires, fueron 3 largos años estudiando conceptos psicoanalíticos, desde Freud hasta Lacan. Actualmente, sigo estudiando teorías en conjunto con mi práctica clínica, ya sea individualmente o en grupos de estudio. Siempre estoy estudiando, repasando conceptos, reencontrando textos que he leído anteriormente para poder enfrentar los desafíos que impone la clínica.
El análisis personal, por otro lado, me permite lidiar con mis propios problemas como paciente. En ese espacio yo hablo y mi analista me escucha, me interroga, me interpela para que a partir de ahí pueda hacer algo sobre lo que me quejo. Un reencuentro con mis questiones trabajados hasta ahora y con los que estoy en proceso de elaboración, todo esto lo hago en mi lengua materna: el portugués.
Por otro lado, realizo la supervisión de casos con un psicoanalista con más experiencia teórica y práctica. Esto me ayuda a mejorar mi escucha, cuestionar mi saber hacer y responder algunas dudas e impasses en el transcurso de la relación con aquello paciente que más me exige, que me desafía.
¿Bastaría el trípode para formar una analista?
No lo creo, una analista también se hace en el intercambio con colegas de profesión, en la conversación sobre los desafíos que se encuentran en el consultorio, en dejarse atrapar por las artes en general, ya sea leyendo un buen libro, escuchando un podcast con cosas que escapan a los conceptos teóricos del psicoanálisis, pero que habla de singularidades.
Pero, lo más importante en la formación del analista es el encuentro con el analizando. Es en el encuentro con mis pacientes que me convierto en analista. Con ellos mejoro mi escucha, aprendo, me emociono con algunas historias, sonrío con historias divertidas.
Al acompañar las cosas más íntimas que me revelan, en algunos momentos me alegro, los felicito, a veces soy más dura, otras veces soy más acogedora. Digo que no sé sobre un tema que ellos creen que sé y les pido que me cuenten más sobre ello. De todos modos, lo que siento por cada uno de mis pacientes es amor. Amor de transferencia.
Quiero agradecer a todos los que pasaron por mi consultorio y a los que aún asisten, darles las gracias por enseñarme a ser un “analista posible” en cada encuentro. Esto significa ser la que se implica, la que acepta, la que escucha, la que aprende, la que estudia, la que a veces dice tonterías, la que se equivoca, la que se cuestiona ante un impasse en el curso del tratamiento, la que supervisa los casos para poder escuchar de forma activa y ética.
“Créase o no en los poderes del psicoanálisis, lo consideren abusivo, caro, incontrolable, nada altera el hecho de que todavía hay personas que ejercen esta insólita profesión, la de escuchar historias; aceptar ser involucrado, a través de la transferencia, por alguien que no sea uno mismo; compartiendo, a veces durante años, los dolores, los secretos, las alegrías de los individuos... (Montclos, 2020)”
En definitiva, sin analizante no hay analista. Por lo tanto, me convierto en la analista que soy en cada encuentro, gracias a mis pacientes.
Referências
Montclos, Violaine de (2020). Seu paciente favorito: 17 histórias extraordinárias de psicanalistas. 1a ed. São Paulo: Perspectiva, 2020.
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