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¡Ayúdame a mirar!*

Iassana Scariot



Noviembre de 2020. Madre e hija recorren el barrio en bicicleta en un día lluvioso. En un momento, la mujer se detiene, pone los pies en el suelo y admira un pájaro, en la copa de un árbol. La hija se detiene inmediatamente y mira en la misma dirección. La madre quedó realmente impresionada al ver ese pájaro tan grande y supuestamente raro. La pequeña de 5 años, mira atenta, y luego de unos segundos le pregunta a la mamá: “- ¿Qué es más importante, el aprendizaje o el cuidado? ”. Sorprendida por esta pregunta de la hija, la madre abre la conversación: “- bueno, ¿qué te parece?”. La hija no lo duda y responde: “- ¡Creo que el cuidado! ¡Estamos aquí paradas, mojándonos!"


En los primeros meses de una crisis sanitaria ese mismo año, escuché de muchas personas lo que el niñe perdería / retrasaría en su desarrollo por la necesidad de quedarse en casa, cuidar su salud y la de los que lo rodean. No relacionarse con los compañeros, la familia, las redes de apoyo y el afecto. Este impasse puso a las familias en el lugar de: Si el niñe tuviera pérdidas, cuál sería la menos peor. Recientemente, en una conversación con la misma madre de la historia anterior, ella se encuentra en un impasse con respecto a la inmigración de su familia a otro país, en este caso, el tema tenía que ver con su hija. En este paseo, la hija la cuestiona, hablan de ello, y el impasse sobre lo “menos peor” disminuye y calma el corazón materno, cuando la propia hija responde a respecto de que lo que piensa ser más importante: “el cuidado”.


Sí, habrá pérdidas en el desarrollo emocional del niño, no solo por el aislamiento social, sino por crisis: salud, miedo, crisis económica familiar, ya que afectan directa e indirectamente a nuestros pequeñes. Con las clases interrumpidas y la ausencia de la escuela (vida comunitaria) como primer espacio de socialización y aprendizaje, los referentes de conducta para los niños ya no están en los educadores y compañeros, sino concentrados en las familias que conviven con ellos bajo un mismo techo.


Los niños son muy observadores y perceptivos, con frecuencia se valen de las emociones de sus cuidadores, como la preocupación, el estrés y el desamparo. Ante situaciones como esta, es de fundamental importancia que el adulto transmita al niño la preocupación necesaria para comprender lo que está sucediendo y para que se sienta seguro, consecuentemente, tratando del tema de forma sincera, segura y esclarecedora. Utilizar estos momentos para además de prevenir daños emocionales, también ayudar al niño a construir nuevos recursos psíquicos. Para eso, nada mejor que hacer preguntas, conversar, involucrarse en juegos, y lo tan deseado por pequeñes: “estar juntos”. El niño muchas veces podrá buscar estabilidad y seguridad, y es necesario que el adulto esté atento a las señales para que pueda ofrecer los cuidados necesarios. Es difícil cuidar de todo el tiempo todo, por eso es fundamental respetar los tiempos y límites de cada miembro de la familia, en este caso, atento a los pequeñes.


Cada niño es único, y cada niño tendrá su propia forma de afrontar y expresar sus miedos, incertidumbres, tristezas, así como sus logros, experiencias positivas, desafíos, curiosidades e ideas. Como seres humanos, aprendemos relacionándonos con nuestro entorno. El niño aprende al explorar el mundo, jugando con su realidad. El pediatra y psicoanalista Donald W. Winnicott entiende que el juego está más allá del juguete en sí, el objeto o actividad que realiza el niño, y sí, en la representatividad de la actividad y el juego. Es jugando, solo o acompañado, que el niño romperá barreras de la realidad, vivirá una experiencia de calidad y se moverá entre lo subjetivo y lo objetivo.


Las instituciones educativas no son los únicos espacios de cuidado y aprendizaje, y me gustaría señalar un importante diferencial: brinda oportunidades de encuentro con pares, personas de edades y momentos cognitivos aproximados. El psicólogo bielorruso Lev Vygotsky llama a estos encuentros una zona próxima de conocimiento, en la distancia entre lo que ya se sabe y lo que se puede conocer con alguna ayuda, donde hay interacción e intercambio de experiencias con quienes saben más.


Estar en familia representa momentos valiosos de la coeducación, es decir, la convivencia entre generaciones llama a adultos y niños a desarrollar la creatividad, la paciencia y la flexibilidad. Como se narra al inicio de este texto, además de una pregunta difícil de responder (risas), hablar, jugar, escuchar abren las posibilidades necesarias de conocimiento y apoyo entre los miembros de este grupo familiar. Creo que muchas familias han logrado registrar por escrito, por fotografía o gráfica este intenso año. ¡Y si no, bueno, deberían registrarlo lo antes posible, ya que, esto será una especie de paraguas que permitirá apreciar muchas aves en las copas de los árboles por ahí!


* Título inspirado en el Libro de los abrazos, de Eduardo Galeano. La función del arte / 1. P.15. Porto Alegre, editorial L&PM, 2016.

REFERENCIAS:


Instituto Nacional de Saúde da Mulher, da Criança e do Adolescente - IFF- Instituto Fernandes Figueira: Covid-19: como o isolamento social influencia a saúde mental infantil Acesse em: http://www.iff.fiocruz.br/index.php/8-noticias/683-isolamento-social


VIGOTSKY, Lev Semenovich, 1896-1934. A formação social da mente: o desenvolvimento dos processos psicológicos superiores. 7ª . Ed. - São Paulo: Martins fontes, 2007.


WINNICOTT, Donald W. 1896- 1971. O brincar e a realidade. Rio de Janeiro: Imago;1975.


WINNICOTT, Donald W. 1896- 1971. A criança e seu mundo. Tradução de Alvaro Cabral. Rio de Janeiro: Zahar; 1971.






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