Tainã Rocha
Otro día le escribí a una amiga que es de mi ciudad natal. Nos conocemos desde hace bastante. Intento calcular desde cuándo y con sorpresa me doy cuenta de que ¡son más de 20 años! Si fuera un casamiento, estaríamos completando bodas de porcelana, o tal vez de plata… Pero bueno, le escribí a esta amiga para contarle un sueño que había tenido con ella. Me gusta aprovechar estas pequeñas casualidades que me ofrece la vida para demostrar afecto, es un modo de decir, aunque sea de forma indirecta, que pensé, me acordé o extrañé a esa persona. Entre recuerdos nostálgicos y actualizaciones sobre la vida, nuestra conversación derivó al tema del momento: Navidad y Año Nuevo.
"No me gusta la Navidad, me parece una fiesta triste... y el Año Nuevo también", me confiesa ella. Le respondo que yo también me siento así en esa época. Ella dice con alivio: "Me siento normal ahora, pensaba que era la única que se sentía así”. Bromeo diciendo que no soy un buen parámetro de normalidad. Nos reímos. Ella concluye: “Pero ahora sé que no estoy sola en esto”. El fin de año para muchas personas es un periodo difícil, por varias razones. No suelo hacer balances formales del año que pasó o lista de objetivos para el año venidero, pero soy parte del grupo de los que se ven afectados por un mundo de sentimientos incómodos... No siempre fáciles de identificar y nombrar.
Independientemente de la antigüedad de una relación, siempre es posible descubrir cosas nuevas sobre el otro. Un amigo nunca deja de ser un (in)familiar, ese íntimo-extraño. Empezamos a hablar de lo que constituía esa ligera tristeza que nos afecta a cada una de nosotras durante este período. La tristeza no es un afecto obvio, nace del encuentro con el abismo que nos habita. Pude descubrir algunas cosas acerca de mi tristeza a partir de esta conversación. Lo que me entristece en este período es un sentimiento de duelo por lo irremediablemente perdido y que las festividades, al mismo tiempo que intentan borrar, también resaltan con la promesa de que la magia de la época es capaz de recuperar. Mi rechazo ante esta ilusoria promesa se manifiesta como esperanza decepcionada, así se llama mi tristeza navideña. Y el trabajo a que soy convocada es el de apropiarme de este duelo no-todo capturable.
Quizás tu tristeza también tenga un nombre, o varios. Puede estar relacionado con cuestiones económicas, problemas familiares, la pérdida de seres queridos, el descubrimiento de una enfermedad, la frustración por un proyecto que ha fracasado, la ruptura de una relación, el sentimiento de soledad, el miedo ante las incertidumbres de un futuro que se acerca, la caída de algunos ideales que te sostenían... La lista podría seguir, pero lo que quiero transmitirte es que tu tristeza es legítima y está esperando ser contada. La tristeza es también una invitación a nuestra humanidad, es un afecto que acompaña los momentos de elaboración de la falta. "Tenemos que respetar nuestra debilidad. Entonces, son lágrimas suaves, de una tristeza legítima a la que tenemos derecho” (Clarice Lispector). Atraviesa tu tristeza, hay todo un mundo por descubrir del otro lado.
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